Tumbar el catao, grados de singao, etc.
Algunos compañeros me han señalado que el post de los apagones que mandé por email era la versión sin editar, aquí va la definitiva, aparecida en mi Substack. Más una encuesta...
Las luces de los lumínicos eran parte del paisaje de Cumanayagua. Nací y me crie en un pueblo pequeño de una zona rural, otro de los que le daban nombre a la provincia de “Las Villas”.
Que yo recuerde, en los días finales de la República, que se extendieron hasta la zona gris de los primeros sesenta en que la revolución castrista vivió parasitariamente de la sangre rica en nutrientes del batistato, había en el pueblo cinco o seis farmacias (la de Comas, la de Ricardo Sixto, etc.), siete u ocho bares y cafeterías (el Bar Azul, el Café París, el bar de Homero, la cafetería Oquendo, la Fuente de Soda, la Barca de Oro, el bar Las Brisas), dos cines, varios consultorios médicos (Divardo, César Ferrer, Doro, Conchita la comadrona), seis o siete zapaterías (la de Abraham, la de Pedrín Amat, la de Víctor de la Cruz), tres o cuatro escuelas (la Academia de Juan y Hortensia Ferrán, la Escuela del Sagrado Corazón, la Escuela de Machado), fondas, guaraperas, peleterías, logias, puestos de frita, tiendas de ropa y mercados iluminados (El Nilo, La Casa Grande, El Machetazo, La Casa Piedra, La Casa Verde, la bodega de Pedro Lago, la venduta de Orestes), hoteles, moteles y un prado con lámparas, todo funcional y esplendente, todo dependiente del flujo constante de electricidad.
La planta eléctrica estaba a las afueras del pueblo, en la Represa, que era también un área de recreo adonde íbamos a nadar, remar y divertirnos. En la cordillera del Escambray estaba la gran hidroeléctrica batistiana del embalse del Hanabanilla, la de mayor potencia en Cuba, aún hoy. Sobra decir que antes de la era castrista, nadie de nuestra región había sufrido un apagón, como tampoco nadie había conocido la escasez. Siempre hubo manera de escapar de la miseria. La gente no emigraba: Cuba era un país de inmigrantes.
A medianoche, frente al Liceo, bajo un poste de la luz, esperábamos, como lo habían hecho nuestros padres, por la salida del pan caliente de los hornos de la panadería: barras de pan de huevo, pan de chicharrones y pan blanco. Los lecheros pasaban por la mañana con botijas de las vaquerías de El Tablón. Las arrias de mulos cargadas de racimos de plátanos y viandas bajaban de las lomas y se dirigían temprano a la venduta de Lala y Tolito en la Calle Nueva.
Había un servicio de guaguas a Cienfuegos y Santa Clara que funcionaba regularmente. Una piquera de carros de alquiler frente a la Iglesia. Había quincallas, la de Lombó, la del gallego Fernández, y la papelería de Emilio Arocha. Había peluquerías, tintorerías, iglesias, salones del reino y una central telefónica. Capitalismo = electrificación.
Un tren de pasajeros nos conectaba con Cruces y los pueblos del norte. Carreteras bien asfaltadas conducían a otros municipios. Las guaguas interprovinciales trasegaban entre La Habana y Las Villas, y en la dirección opuesta, hacia el lejano Oriente. En los trenes servían gaceñiga y gaseosas, y en la terminal de ómnibus de Manacas, se vendía café con leche y el famoso panqué de Manacas.
La existencia de las cosas que hicieron de Cumanayagua un lugar habitable y bien conectado dependía de una modesta planta de electricidad y de una compañía eléctrica regional que había sido fundada por el presidente Gerardo Machado.
En 1957 se instalaron en nuestra zona las tropas rebeldes del gallego Eloy Gutiérrez Menoyo y el gringo William Morgan. Conflictos internos en la comandancia revolucionaria provocaron encontronazos, y ya a principios de los sesenta, en esa zona gris del tiempo que mencioné antes, Menoyo y Morgan estaban, uno, cívicamente muerto, y el otro fusilado.
Menoyo y Williams intrusos, metecos, tan distintos de los honestos inmigrantes polacos, catalanes, gallegos y chinos que desarrollaron mi pueblo. Los ingenuos comerciantes de Cumanayagua creyeron que los intrusos venían en son de paz, y los ayudaron. Les dieron sus vacas para que comieran y sus armas para que se defendieran. Los intrusos los expropiaron y los desterraron.
Carlos, el hermano de Eloy, un inmigrante recién llegado, que había sido partisano en la guerra europea, entró a Cuba y, sin quitarse el polvo del camino, fue a asaltar el Palacio presidencial. Murió en el intento. Los apagones de hoy están directamente relacionados con el asalto. Huber Matos habla en su biografía de “cómo llegó la noche”, sin darse cuenta de que la noche llegó también con él, con el avión cargado de metralla que trajo de Costa Rica para entregárselo a Fidel. La edad oscura llegó con un batallón de intrusos, ignorantes de los misterios de la democracia.
Mientras tanto, Fidel Castro se valía del flujo eléctrico para colarse en todos los hogares, catequizar desde las pantallas, pontificar en los aparatos de radio y aparecer a la misma vez en todas partes. Fidel fue un impulso eléctrico, una fantasía de la Cuban Electric Company, no un ente real. La electricidad tuvo este efecto negativo: nos familiarizó con un extraño. La electricidad puede hacer un galán de un truhan.
Fidel, el señor de los apagones, se lo debe todo a la Cuban Electric Company.
En Las Villas, la Compañía de Electricidad de Santa Clara era propiedad de Gerardo Machado, que luego se la vendió a los americanos. Hubo luz en Cuba mientras los yanquis fueron los dueños de una empresa rentable y bien administrada. Durante los años de la guerra contra Batista ni faltó la luz, ni se dejaron de transmitir los doce noticieros de radio de la capital y los dieciséis de las provincias.
Castrismo es traición + electricidad. En las tinieblas habaneras, brillaba hace dos noches la sede del Partido.
Los mafiosos construyeron el hotel Riviera, y GAESA el López-Callejas. La diferencia es que Meyer Lansky nuca tuvo poder sobre la vida y la muerte de los cubanos de a pie. La dependencia, tanto la cultural como la económica, tuvo aspectos sumamente positivos, y sus excesos podían ser corregidos, algo que habitualmente sucedió en Cuba en la etapa light del neocolonialismo perfectible.
La resolución número 1 del 6 de agosto de 1960 de acuerdo con la Ley 851 del 6 de julio de 1960, expropió la Cuban Electric Company. Según explica un artículo informativo del sitio digital Periodismo de Barrio, “en 1960, la Compañía Eléctrica tenía 3 600 011 acciones en circulación, de las cuales el 87% eran propiedad de American & Foreign Power Company Inc. (AFP) y el resto era propiedad de otras personas cuyas direcciones se encontraban en Estados Unidos”.
El neocolonialismo, en su versión moderna, representa un retroceso en nuestras relaciones con los Estados Unidos. ¿Qué diferencia hay entre Hugo Cancio y Meyer Lansky? ¿Entre 23 y Flagler y la United Fruit Company? Si bien en ambos casos se trata de empresas mixtas, las de antes sobornaban a los políticos pero trabajaban por el bienestar de la gente, mientras que las de hoy sostienen a la oligarquía militar que deja al populacho a oscuras.
La Enmienda Platt fue usada varias veces de manera insolente y perjudicial, es cierto. Pero sus cláusulas contemplaban la eventualidad de que un régimen arbitrario abusara del poder, esclavizara a sus ciudadanos o los endeudara indebidamente, los matara de hambre o los privara de electricidad. En tales circunstancias un Sumner Welles, o aún mejor, un Leonard Wood o una Clara Barton, eran bienvenidos en nuestras playas.
Debido a que Cuba es un asunto de interés nacional para los Estados Unidos, nunca dejará de ser intervenida, de una manera o de otra. Hoy Cuba es el último estado sureño, el único donde la esclavitud es permitida y hasta patrocinada por el gobierno federal. Cada barco de pechugas de pollo que Gerber Agri International envía a los milicos cubanos contribuye a la aniquilación de nuestro sector agropecuario. La segregación de la clase productiva, la prohibición de que la ciudadanía participe en la conducción de los asuntos económicos, equivale a una ley Jim Crow.
Barack Obama y John Kerry crearon el espejismo de apertura, de liberación económica y de renuevo en las viejas estructuras económicas del poder castrista. Fue una especie de intervención artística, con libreto de Ben Rhodes. La Cuba de las MiPymes era una Rhodesia fotografiada por Annie Leibovitz.
Mientras tanto, el castrismo engordaba una flotilla de carros patrulleros y diez batallones de cerdos armados de tonfas, que sacaría a las calles el 11 de julio del 2021. Joe Biden intervino con una versión demócrata del antiguo plattismo: vació a Cuba, a golpe de medio millón de desterrados anuales y apuntaló al dictador en su cargo vitalicio. Fue una implosión demográfica concebida para darle un cablazo al Frankenstein del castrismo, y el equivalente de un genocidio.
Sería bueno que un día viniera la luz para no irse más. Entonces podríamos instalar una silla eléctrica en La Punta y sentar en ella a Raúl y a Alejandro, a Liz y a Díaz-Canel, a Mariela y al Cangrejo. ¡Tin-marín-de-dos-pingüé! Que la descarga de Old Sparky se oiga en Miami y provoque un último cortocircuito en la capital, que la deje a oscuras por unas horas, y que sea ese un momento de duelo y de reflexión.
De lo contrario, agotadas ya todas las opciones, rodeados de tinieblas y en época de feroces huracanes, a los cubanos solo les queda esperar que los parta un rayo.