Tania Bruguera en Chile: Nunca más otro Allende
Pudiera suceder que Chile se convierta en la Bahía de Cochinos del Instituto Hannah Arendt.
Ilustración: Julio Llópiz Casals
El 12, el 13 o el 14 de septiembre de 1973 (no recuerdo con certeza), yo declaré a Salvador Allende persona non grata en Cuba.
El castrismo le había endilgado el nombre del demagogo chileno a la avenida Carlos III, y no pude quedarme callado. Como no disponía de un megáfono, escribí a máquina, con cinta bicolor sobre papel malo, y lancé mi declaración al mundo.
Mi mundo, en aquella época, era el patio de recreo del Preuniversitario “Jorge Luis Estrada”, en la ciudad de Cienfuegos.
Mi declaración fue ignorada, su alcance fue limitado. La había escrito durante un ataque de rabia, en la vieja máquina Remington heredada de mi abuelo, y la había copiado al carbón 40 veces para repartirla entre mis compañeros.
La noticia de que Tania Bruguera ha sido declarada persona non grata en Chile le dio la vuelta al mundo en fracciones de segundos. En cambio, mi poema de 1973 contra Salvador Allende ha tardado 50 años en llegar al público, y solo ahora se da a conocer en museos y circuitos universitarios, gracias a la película La noche eterna, dirigida por la artista conceptual Coco Fusco.
Mi poema se perdió para siempre el día 14 de octubre de 1974, exactamente al año y un mes de haber sido escrito. Un compañero de clase me delató, los jóvenes comunistas me hicieron la cama, el Partido tomó cartas en el asunto y, eventualmente, mi maldita Oda a Carlos III fue incautada durante una requisa en la casa de mis padres. Todos mis papeles fueron a dar al maletero de una patrulla de la Seguridad del Estado.
Las cartas de los profesores Irízar y De la Cruz, que cayeron presos por expresar opiniones similares en el mismo preuniversitario un año antes de mi arresto, también se perdieron. Toda esa literatura contestataria, esos epistolarios secretos, toda mi poesía juvenil, y hasta los cuadros ajenos (de Zayda, Flavio, Leandro, etc.) que me fueron adjudicados erróneamente en un juicio por diversionismo ideológico, languidecen en las catacumbas del G2 y tal vez reaparezcan el día de la redención de Cuba.
Mientras tanto, la obra de la artista Tania Bruguera abarrota museos, cátedras, galerías, simposios, bienales y pizzerías. Este mes, Tania irrumpió en el Chile “Never More” de Augusto Pinochet y, sin más preámbulos, procedió a intervenir “artivísticamente” la zona cero de las anfibologías políticas.
Antes de entrar al cubil, la célebre artivista se bebió los mil volúmenes de la serie Chile para tontos. Su lista de lecturas incluía las Obras escogidas de Salvador Allende y los poemas de Raúl Zurita. Faltó mi olvidada Oda a Carlos III, la historia del campo de concentración de Ariza, mis años de prisión poética por haber declarado a Allende, antes que nadie, persona non grata en Cuba, y la opinión del 70 por ciento de los chilenos que nunca votó por la Unidad Popular.
La opinión sobre el legado de Allende, ni es unánime ni es un caso cerrado en Chile ni en ninguna otra parte. Falta en la loma de libros de Tania el asunto de si Allende no vino a ser, en último análisis, el autor intelectual de Hugo Chávez, Lula da Silva, Correa, Ortega, Evo Morales, López Obrador, los horribles Kirchner, Maradona y Xiomara Castro. Es decir, la calderilla de Latinoamérica. Plus Gabriel Boric, Gustavo Petro y, acaso, Díaz-Canel y Lis Cuesta.
El eslogan de Tania en Chile fue un genérico “Nunca más”, sin percatarse de que, entre los defensores de la democracia en Latinoamérica, esa frase hecha puede aplicarse a los nuevos allendistas que se valen de las urnas para perpetuarse en el poder. Para la zona más esclarecida del electorado, “Nunca más” significa “nunca Allende”, y nunca nada que se parezca, ni remotamente, al Programa básico de la Unidad Popular, el documento que prometía la destrucción de la democracia parlamentaria en Chile.
He aquí una muestra:
“Para estimular y orientar la movilización del pueblo de Chile hacia la conquista del poder, constituiremos por todas partes los Comités de la Unidad Popular, articulados en cada fábrica, fundo, población, oficina o escuela por los militantes de los movimientos y de los partidos de izquierda e integrados por esa multitud de chilenos que se definen por cambios fundamentales. Los Comités de Unidad Popular no solo serán organismos electorales. Serán intérpretes y combatientes de las reivindicaciones inmediatas de las masas y, sobre todo, se prepararán para ejercer el Poder Popular”.
¿Será esto lo que celebra Tania? ¿Sería esa la amenaza que movió a la acción a Augusto Pinochet? ¿Existe alguna diferencia entre el programa allendista y el castrismo cotidiano? Nuestro caudillo, que subestimó a Allende y se creyó impermeable a su influencia, terminó adoptando la vía chilena, es decir, la artimaña constituyente y la vampirización de las instituciones republicanas, la misma que condujo al establecimiento de una mancomunidad latinoamericana de demagogos. El allendismo es un castrismo astuto y viable.
Los socialistas suelen llenarse la boca para decir que Allende fue un presidente “democráticamente” electo, como si les importara realmente la santidad de las instituciones civiles, o como si Fidel no hubiera insistido, en términos inequívocos, durante su visita a Chile en 1971, en las ventajas de la vía expedita revolucionaria.
Para el allendismo, las elecciones son solo el medio de conseguir el fin. También aquellos que impugnan los resultados del último sufragio en Estados Unidos, ven en Joe Biden al definitivo allendista, y en su gobierno, el cruce de fronteras geopolíticas y la versión imperial de la vía chilena.
Aun así, hay quienes consideran que el encuentro de Tania con Salvador en el Museo de la Solidaridad es otra victoria de la artivista. “Señores, ¡pero si se cuela en todas partes! ¡Y cómo juega el juego de la izquierda!”. Tania Bruguera vendría a ser la Houdini del circo político cubano, y la efectividad de su artivismo daría la medida de la cantidad de reductos socialistas donde se introduce subrepticiamente.
Sin embargo, Bruguera suele excederse en su fervor anticapitalista, por lo que su mensaje no resuena de igual manera entre los que padecen la variante castrista del corporativismo estatal. La artivista ha llevado demasiado lejos su artilugio y, en su afán de ser demasiadas cosas en demasiados lugares, pudiera suceder que Chile se convierta en la Bahía de Cochinos del Instituto Hannah Arendt.
Lo que en San Isidro parecía el triunfo de la ubicuidad política (hasta que apostó por el diálogo y la birlaron), tiene hartos a los mismos socialistas que pretende apaciguar. De ahí que Pablo Sepúlveda Allende haya exigido que la declaren persona non grata en Chile. La solidaridad no es una función conmutativa, como cree Tania, y Chile no le debe a Cuba nada más que la debacle del allendismo y la pesadilla del golpe de Estado. Si Beatriz Allende Bussi simbolizó realmente la tan costosa solidaridad cubana, entonces su suicidio en La Habana es el saldo de esa deuda externa.
Creo que después de su visita a Chile, las tres cuartas partes del país austral estarán burlándose de Tania Bruguera, pues es evidente que, para la colectividad, librarse del allendismo y su viacrucis bien valió una misa autoritaria. La alternativa era el castrismo, y si Tania es tan ingenua como para no entender los principios básicos, entonces tendrá que añadir al currículo de su instituto el imprescindible Augusto Pinochet: Diálogos con su Historia, de la periodista María Eugenia Oyarzún, y también un poema excéntrico que hiberna en Villa Marista, escrito por un poeta cubano de 17 años.
Certero, directo, puntual y brillante, como siempre. Quizás hoy hasta un poquito más.